Quizás recordarán uno de los chistes más famosos de Eugenio, en que un coronel le pide a su subordinado que comunique a los soldados la agenda prevista para un anunciado eclipse de sol. La absurda complejidad de la cadena de mandos militar va degradando la información inicial, eslabón a eslabón, hasta llegar a la catarsis cuando el cabo traslada a los soldados un disparatado mensaje que incluye a soles vestidos de campaña y lluvias en el gimnasio del cuartel.
Así ocurre en ocasiones con la información científica y médica: en su peregrinar entre el artículo científico y el de la prensa generalista, la información no solo va perdiendo matices, sino que va ganando contenidos, generalmente tan llamativos como erróneos.
Recientemente, un interesante trabajo sobre oncología publicado en la revista Science ha sido objeto de tal desafortunada metamorfosis. Empezando por el resultado final, la noticia llegó al gran público bajo la tesis de que “padecer cáncer es esencialmente cuestión de mala suerte”. Desconozco cómo se las apaña cada medio de comunicación para llenar sus contenidos, pero el primer fenómeno sorprendente (o preocupante) es que el titular era prácticamente idéntico en todos los medios de comunicación españoles y —sospechoso— no muy distinto de los medios generalistas extranjeros.
Por supuesto, el artículo original, publicado en el número de enero de la revista Science, en ningún momento defendía tal despropósito. La intención del grupo de investigación de la Johns Hopkins era esclarecer el interrogante histórico de por qué unos tejidos desarrollaban cáncer con mayor frecuencia que otros. La respuesta —esta vez sí—, el azar. Según los resultados del trabajo, la acumulación de errores en el ADN es prácticamente equiprobable, de manera que cuanto mayor sea la tasa de replicación del propio tejido, mayor la probabilidad de desarrollar una neoplasia maligna. Cuantificando esta tesis, los factores ambientales únicamente explican el 30% de las diferencias entre tejidos en cuanto a la tasa de cáncer. El 70% restante, fruto de las características intrínsecas de cada tejido. Supongo que no hace falta subrayar “de las diferencias entre tejidos” para que se entienda que desarrollar un cáncer —así, en general— no depende en un 70% del azar o “la mala suerte”.
En fin, esperemos que el desliz haya servido para que algún medio de comunicación generalista tome conciencia sobre el valor de los comunicadores científicos en los equipos de redacción.