Un establecimiento en una esquina (entre María Cristina y Hernández Sanahúja, de Tarragona) que bien no tiene nombre. Hasta aquí, nada más que una cierta originalidad, que cobra fuerza al ver el horario.

Filosofía slow food, seguramente. Te invita a entrar, y si lo haces, confirmas que es cierto. Cuando ves un nombre sugerente y un horario sugestivo, que no engaña a nadie (al tiempo que revela, también, la servidumbre y dureza del trabajo de los establecimientos que se deben a la clientela): Abrimos Cuando llegamos / Cerramos Cuando nos vamos / Y si vienes y no estamos es que no coincidimos.

A veces te das cuenta de que hay una cierta vocación creativa, o bien una intuición, o el esfuerzo por diferenciarse, la intención de conectar con la ciudadanía (en este caso los potenciales clientes)…